domingo, 20 de septiembre de 2009

Breve plática sobre el Blog

"Recientemente me di cuenta de que tienes un blog. Me dieron ganas de leer todo lo que habías escrito, y me di cuenta de que aparecía yo. Y todo el aprendizaje acerca de los mescaleros hasta la última fase… Bueno, no exactamente todo. Has omitido las mejores partes de nuestra formación. Pero no estoy contenta por esto. Hay algo en el fondo que me molesta. ¿Cómo puedes hablar de nosotros? No me refiero a las enseñanzas, sino a nuestros encuentros. Pensé que eran íntimos. Me haces sentir accesible, y en especial tú. ¿No acaso te dijeron que borraras tu historia personal? Parece que dejas migajas en el camino… ¿para qué? No tengo la menor idea".

Me dijo la mescalera, y puso sus manos tapándose los ojos, dándome a entender su síntoma de fastidio. Y cierto, parece contradictorio, pues una conversación (como la de ahora) está siendo plasmada en este mismo blog. Respiré profundo y le expliqué a la mescalera, pacientemente, que así como lo decía, esas "migajas" eran para los otros mescaleros y nauallis en el universo. Para compartir nuestras mismas experiencias. No soy el único con un blog hablando acerca de las enseñanzas. Sin embargo, ha ocurrido que la gente que me conoce lea y vea mis ejercicios como algo literario. Incluso Gilberto me ha dicho que mis conversaciones con la mescalera le han parecido inverosímiles, pues no forman parte de una "realidad literaria".

La mescalera resopló. Me parecía que estaba apunto de asestarme una bofetada, un golpe definitivo y marcharse. Pero no lo hizo, me dijo que lo más triste que había leído, eran los textos más descriptivos acerca de mi "dolor" por conquistar a Hilda.

Le daba la impresión de que en vez de actuar como un naualli, actuaba como un hombre idiota, un ser ordinario que vuela al ras del suelo.

"No puedo frenar tu voluntad, es parte de tu formación, así respondes como mescalero. No puedo hacer otra cosa; sé que seguirás escribiendo sobre nosotros… de mí. Lo bueno de todo es que no toda la gente lee lo que escribes, más, por los millares de blogs que existen. Leerán lo que publiques, pero hasta eso, quizá sean selectos a la hora de leerte… Mira, nagualito, ya ni sé qué decir…"

Le dije que si no hallaba qué decir, es que en realidad no tenía nada qué decir. Nos quedamos callados por unos instantes, mientras el ruido de los camiones musicalizaba el fondo de nuestra escena. El cielo, lleno de nubes de lluvia, comenzaba a difuminarse entre distintos azules y un fondo plomizo. La mescalera me miró una vez más y me preguntó si escribiría sobre esta conversación. Le respondí que en efecto. Me miró con desdén, y dijo:

"Eres un imbécil…"

Se levantó y se fue.

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