lunes, 16 de noviembre de 2009

Un último pensamiento...

“pero yo sólo sentía una soledad profunda, indescriptible. Sin darme cuenta, el mundo que me rodeaba había perdido definitivamente sus colores. Desde aquella cima mísera de ruinas vacías de sentimientos pude vislumbrar mi propia vida extendiéndose hasta un futuro remoto. Se asemejaba a las desoladas escenas de planetas deshabitados que aparecían en las ilustraciones de las novelas de ciencia ficción que leía de pequeño. No había ninguna señal de vida. Los días eran todos terriblemente largos, la temperatura de la atmósfera era o tórrida o gélida. El vehículo que me había llevado hasta allí había desaparecido sin que yo me diera cuenta. No podía ir a ninguna otra parte. Lo único que podía hacer era ir sobreviviendo en aquel lugar valiéndome de mis propias fuerzas.”

Sputnik, mi amor. Haruki Murakami

De alguna u otra manera, me quedé sorprendido por la cantidad de tiempo disponible que me quedaba tras las horas de trabajo. Sorprendido, porque no requería comprimir el tiempo. Tras las horas de planeación y dar clases, me quedaban horas para leer. Salir con los amigos a escuchar sus agradables aventuras, tomando nota furtivamente para algún relato que quisiera imaginar. El resto del tiempo me la pasaba viendo alguna que otra película, o disfrutando de algún soundtrack... y ese era mi sorpresa, o quizá mi espanto, algo andaba mal. Pensé, si era aburrido... ahora lo soy más. Sin embargo, tras las cosas que en realidad disfrutaba, había olvidado algunas que eran frecuentes, no un hábito, pero sí una distracción, como escribir, por ejemplo. Pensaba que leyendo quizá podría adquirir una nueva destreza, como por ejemplo: no caer en los lugares comunes.

Me miré en el espejo y detecté algo diferente en mi faz. Cuando vi más allá de mis pupilas encontré gente con la que convivía día a día. En resumen, no me siento el mismo desde aquella vez en que todo se había cerrado. Ella me trata con deferencia, pero supongo que tal actitud es para marcar una línea en la que ni ella ni yo podemos atravesar. Decidí resignarme, qué más da, respeto sus decisiones. Un mescalero sabe que espera y sabe lo que espera. He tenido ciertos planes que me encantarían ponerlos en marcha. Y creo que ya es hora de comenzar con ellos, una nueva fase para un naualli... Cada día las palabras se me van de la mente y me he convertido en un ser sin ganas de conversar... de describir...

Fue lo último que pensé, cuando me vi frente a mi aprendiz. Entonces, le dije: "Para poder aceptar este cargo, he tenido que volver a sacrificar lo que tanto he deseado. No me mal interpretes, no te estoy reprochando nada, sino que te estoy demostrando, de acuerdo con todo lo que te he dicho acerca de este sendero, lo que un mescalero está dispuesto a hacer: vivir en la soledad. El infinito te ha puesto ante mí, y los demás están de acuerdo en que yo te enseñe en este mundo lo que te hará sobrevivir. Has muerto, y lo sabes; entre todos los mescaleros te hemos revivido. Tú eres mi primera piedra angular para reestablecer el linaje de los nauallis: mis maestros.

"Sí, tengo un trabajo; una vida a la que podríamos decir que me ata a lo mundano, sin embargo, es todo lo contrario: es la manera de sobrevivir. Ahora he cancelado mis amistades, más no mis hábitos de interacción, y esto es sólo para poder enseñarte. Lo mismo tendrás que hacer, para que aprendas todo lo referente a nuestro mundo... ¿estás dispuesta?"

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