viernes, 28 de marzo de 2008

Momentos

¿Es posible acaso? Últimamente he tenido sueños tan reales, que juraría que si me lastimara con algo cortante dentro de ellos, despertaría en mi cama con la herida. He platicado en mis sueños con gente que desconozco; he caminado en lugares, ciudades quizá de algún futuro viaje.

A veces pienso que los sueños advierten muchas cosas. Por eso a veces uno trata de descifrarlos, quizá con la intención de ponernos en alerta y soportar el golpe venidero. Los sueños, esos simulacros en los que difícilmente se puede aplicar también la voluntad. Esos encuentros que quizá algún día se harán realidad. Quizá sólo se aplacen. Sin embargo, hoy tuve un sueño que me hizo despertar a las 3 de la mañana. Fue un encuentro con una persona que tanto estimo, fue una conversación breve, una epifanía.

Sí, era ella, una voz tan familiar que al virar la reconocí y quise correr hacia ella, pero me lo evitaron.

Por alguna extraña razón se me apareció en mi sueño sólo para decirme palabras alentadoras, quizá algo que está por sucederme.

Su voz tan suave y melodiosa me dijo, mientras yo estaba hincado ante ella, pues había perdido fuerzas al intentar acercarme:
"Yo sé que cuando estás solo, te preguntas: ¿qué es lo que estás buscando en este mundo? Yo sé que en lo más profundo de la noche, ha nacido un sueño, uno que no puedes ignorar.

Si piensas que puedes encontrar la pasión y que estás listo para tomar una oportunidad, si realmente crees que puedes hacerlo, entonces es porque ese poder ahora está en tus manos.

Sólo se puede decir que es el momento de la verdad, porque estarás dándolo todo, aún sabiendo que estarás solo, no importa si no lo logras, estás dispuesto a aceptar el fracaso.

Si puedes hacerlo, levántate y pruébalo; levántate y demuestra quién eres.
Todo está listo, esperando por ti, este es el momento de la verdad, sabes que este es el lugar y la hora, ya no estés siempre esperando, es ahora o nunca, ya nada puede detenerte.

Sabes que una vez en la vida, harás una decisión, y que tienes que estar listo para arriesgarlo todo. Yo sé que en lo profundo de tu alma, escuchas una voz, respondiendo al llamado.

Yo sé que sabes que no será fácil, es una promesa que haces por amor, por la gente que aún cree en ti, y sé que eso es lo único en que piensas
".

Desperté del sueño, y corrí a prender la luz; tomé mi bloc de notas y apunté palabra por palabra, lo que ella me había dicho. Aún no sé lo que signifique.

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lunes, 3 de marzo de 2008

La distancia eterna

Yo estaba sentado en el techo de mi casa como en todas las ocasiones cuando me embargaba la tristeza. Me abrumaba no saber hasta qué grado las enseñanzas de mis preceptores llegarían a mí de una manera agresiva; pensaba que aquel choque de ideas y consejos darían forma a un ser dependiente que saldría y buscaría ayuda al primero que se le atravesara en el camino.

Ya no tenía caso. Actuar de manera quejumbrosa era sólo un disfraz para que la gente no sospechara del nuevo ser que se estaba apoderando de mi mundo. Mi mundo cotidiano comenzaba a suprimirse de manera automática, sin que yo me percatara. Era un cambio silencioso.

Sentía miedo y a la vez consuelo, de saber que ya no iba a pertenecer a este mundo, y que también a la hora de interactuar con las personas, iba a interpretar a un ser inútil.

Presentía que era una especie de prueba para mis semejantes: si corrían por mí y me ayudaban. Me equivoqué. Era mi desatino controlado el que activaba aquel rol para que me temieran y me abandonasen. Un mescalero depende de sí mismo.

El viento había traído a mi esencia un recuerdo. Un recuerdo en el que me comprometía a recorrer un camino infinito. Un camino cuyo final implica agradecer a quien más haya colaborado en todos mis desafíos. Sin embargo, más que un acto de gratitud, era un acto de despedida.

Yo pensaba que aquel día nunca iba a llegar, ya que siempre sentía que caminaba en un sendero que no tenía fin. Un sendero que poseía una distancia eterna, y en el que al mirar mis huellas, nunca existía la señal de estar por lo menos a la mitad del recorrido obligatorio.
¿Cuál es el fin de caminar esta distancia eterna?

Descubrir el mundo de una manera distinta a través de la percepción que sólo un mescalero puede tener. Ese poder sólo lo posee un ser extraordinario, capaz de generar tanta energía para sí mismo y pueda unirse con el universo, el infinito. Recuerda que un mescalero es un ser que está lleno de agresividad y lucha. Ha sido puesto en un camino que sólo podrá finalizar hasta encontrar en él su destino. Es un caso improbable, pero a ese sendero, por eso lo denominamos: el sendero de la distancia eterna. El camino del mescalero está lleno de desafíos que sólo él puede ir superando constantemente. Su fuerza o, mejor dicho, su poder sólo se rige por las circunstancias de la misma distancia eterna. Es entrenado como un contemplador para descubrir el mundo y a sí mismo, de tal manera que pueda evolucionar en su camino; al mismo tiempo con la conciencia de que jamás cambiará. Está entrenado para convertirse en un viajero, para lanzarse al infinito, en lo desconocido, la incertidumbre, para poder regresar al centro del espíritu. Sus únicas armas son la voluntad y la paciencia; armas qué sólo él podrá ir afilando para defenderse contra los obstáculos. Ante todo, un mescalero es entrenado para ser un guerrero. Entrenado para sobrevivir de la única manera que un mescalero puede sobrevivir: a través de su responsabilidad.

Aún escuchando ese discurso, me sentía triste: ¡No soy digno de convertirme en un mescalero!
Sentí aquella profecía regresar a mi memoria y decir: Seremos nuevamente polvo en el camino.

Yo sé que al final la gente que me rodea y la que estimo no sentirá nada acerca de mi partida. No me recordará, ni sentirá algún sentimiento al respecto. Me convertiré en un fantasma, y todo a causa de mis actos por sobrevivir.

Fue así que le dije al viento (mi peor enemigo), que me diese un pequeño consejo: ¿Cómo podía suprimir mi tristeza?

La tristeza para los mescaleros no es personal. En realidad no es tristeza lo que sientes. Lo que ahora estás sintiendo es una ola de energía que lle­ga desde lo profundo del cosmos y que golpea a todo mescalero cuando está receptivo.

Los mescaleros de tiempos antiguos, los que te die­ron el formato entero del sendero de la distancia eterna, creían que hay tristeza en el universo, como una fuerza, una condición como la luz, como la voluntad, y que esa fuerza perenne actúa, sobre todo en los mescaleros porque ya no tienen escudos de defensa.

Ya no pueden esconderse detrás de sus amigos o de sus estudios. Ya no pueden esconderse detrás del amor o del odio, o la felicidad, o la desgracia. No pueden esconderse detrás de nada.


La condición de los mescaleros es que la tristeza es abstracta. No viene de codiciar o de necesitar algo o de la importancia personal. No viene del yo. Viene del infinito. La tristeza que sien­tes es por no haberles dado las gracias a tus amigos. Pero no te preocupes. Tu misión es ya no mirar atrás. Tú debes seguir en el sendero de la distancia eterna.

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sábado, 1 de marzo de 2008

El álbum de recuerdos

"¿Cómo van tus excentricidades y aberraciones?" Me preguntó don Gaspar, hace ya algunos años, antes de su partida de este mundo. Yo le respondí que marchaban bien. «Excentricidades y aberraciones» era el nombre que él le había dado a mi afán de coleccionista. En aquel momen­to, había vuelto con nuevo fervor a hacer algo que había disfrutado toda mi vida: coleccionar soundtracks. He coleccionado soundtracks desde 1997, y mis compositores predilectos son John Williams y Hans Zimmer.

Le confesé a don Gaspar que en varias ocasiones le contaba a mis amigos que yo ya iba a finalizar mi colección de soundtracks. Que en el 2005 había programado ya no comprar un CD más, y que en vez de eso me dedicaría a la colección de libros. Necesitaba crear una biblioteca personal para mi trabajo.

"Ser coleccionista no es tan malo. El quid del asunto no es que sea coleccionista, sino lo que uno colecciona. Tú eres coleccionista de porquerías, de cosas sin valor que te aprisionan como lo hace tu gato. No puedes irte cuando quieras si tienes que andar cuidando a tu masco­ta, o si tienes que preocuparte por lo que va a pasar con tus colecciones si no estás allí para cuidarlas".

Recordé que ante toda amenaza de huracán, lo primero que empacaba era mi colección de soundtracks, y mis libros favoritos.

"No, no; no pienses que te estoy acusando. Incluso, me gusta tu espíritu de coleccionis­ta. Lo que no me gusta son tus colecciones, eso es todo. Me gustaría, sin embargo, utilizar tu ojo de coleccionista. Quisiera proponerte que hagas una colección que valga la pena".

Don Gaspar hizo una breve pausa. Parecía que buscaba la palabra adecuada; o era quizás una vacilación dramá­tica, bien calculada. Me clavó con una mirada profunda y penetrante.
"Cada mescalero, obligatoriamente, colecciona ma­terial para un álbum especial, un álbum que revela la personalidad del mescalero, un ál­bum que es testigo de las circunstancias de su vida".

"¿Por qué le llama a esto una colección? ¿O incluso, un ál­bum?"
"Porque es ambas cosas. Pero sobre todo, es como un álbum de retratos hechos de re­cuerdos, retratos que surgen al recordar sucesos memo­rables".
Le pregunté si son esos sucesos memorables dignos del recuer­do de alguna manera especial.

"Son memorables porque tienen un significado es­pecial en la vida de uno. Lo que te propongo es que hagas tu álbum, incluyendo en él un recuento com­pleto de los sucesos que han tenido un significado pro­fundo para ti".

Recordé que cada soundtrack tenía una remembranza de cuando lo adquirí. Lo que quería darle a enteder a don Gaspar, era que cada suceso de mi vida siempre ha tenido un significado profundo para mí.

"No es cierto. Todo suceso en tu vida no ha tenido un significado profundo. Hay unos cuantos, sin embargo, que considero capaces de haber cambiado algo para ti, de haberte iluminado el camino. Por lo general, los sucesos que cambian nuestro curso son asuntos impersonales, y a la vez extremadamente personales".

"No quiero ser necio, pero créame, todo lo que me ha sucedido cabe en esa definición."
"No pienses en este álbum en términos de banali­dades, o en términos de un refrito trivial de las experien­cias de tu vida".

Respiré profundamente, cerré los ojos e intenté cal­mar mi mente. Me estaba hablando frenéticamente a mí mismo acerca de mi dilema: en verdad, no me gustaba nada visitar a don Gaspar. Ante su presencia me sentía ame­nazado. Me atacaba verbalmente y no dejaba lugar para demostrarle lo que yo valía. Detestaba sentirme humilla­do cada vez que abría la boca; detestaba pasar por imbécil. Pero había otra voz dentro de mí, una voz que me llegaba desde una mayor profundidad, más distante, más débil. En medio de los ataques de diálogo familiar, me oí decir que era demasiado tarde para regresar. Pero no era en verdad mi voz o mis pensamientos lo que ex­perimentaba; era, mejor dicho, como una voz descono­cida que decía que me había metido ya muy profunda­mente en el mundo de don Gaspar y que lo necesitaba más que el aire mismo.

Di lo que quieras, pero si no fueras el egomaniático que eres, no estarías tan avergonzado.

"Ésa es la voz de tu otra mente". Dijo don Gaspar, como si estuviera escuchando o leyéndome los pensa­mientos. Mi cuerpo dio un salto involuntario. Mi susto fue tan intenso que me vinieron lágrimas a los ojos. Le con­fesé a don Gaspar la confusión de mi estado.

"Por alguna extraña razón, no puedo en­focarme en lo que me está diciendo".
"Comprendo perfectamente y tú también lo comprenderás, y a la vez resolverás el conflicto de que si me quieres o no, el día en que dejes de ser el yo‑yo centro del mundo. Entretanto, dejemos el tema de la voz de tu mente y regresemos a la idea de preparar tu álbum de sucesos memorables. Debo añadir que tal álbum es un ejercicio de disciplina e imparcialidad. Considera este álbum como un acto de guerra.

La afirmación de don Gaspar (que mi conflicto de querer o no querer verlo iba a terminar cuando abando­nara mi egocentrismo) no era solución para mí. De hecho, la afirmación me enfadó más; mi frustración creció. Y cuando le oí decir que el álbum era un acto de guerra, lo ataqué con todo mi veneno: "La idea de que ésta es una colección de sucesos es ya bastante difícil de comprender, pero además, el llamarle un álbum y decir que tal álbum es un acto de guerra es demasiado. Es de­masiado oscuro. Eso hace que la metáfora pierda su significado".

"¡Qué raro! Para mí es lo opuesto. Que tal álbum sea un acto de guerra tiene todo el significado del mundo para mí. No quisiera que mi álbum de sucesos memorables fuera nin­guna otra cosa que un acto de guerra".

Quería seguir con mi opinión y explicarle que sí comprendía la idea de un álbum de sucesos memorables. A lo que me oponía era a la manera confusa en que me lo describía. En aquellos tiempos, me consideraba un defensor de la claridad y del funcionalismo en el uso del lenguaje.

"¿Qué cosa se apodera de mí para comportarme de tal manera?"
"No te preocupes por detalles absurdos. Cada uno de nosotros, hombre o mujer, es así".
"¿Quiere usted decir, que somos mez­quinos y contradictorios por naturaleza?"
"No, no somos mezquinos y contradictorios por naturaleza. Nuestras mezquindades y contradicciones son, más bien, el resultado de un con­flicto trascendental que nos afecta a cada uno de noso­tros, pero del cual sólo los mescaleros tienen dolorosa y desesperadamente conciencia; el conflicto entre nues­tras dos mentes".

"¿Las dos mentes?"
"Sí. Una es nuestra mente verdadera, el producto de las experien­cias de nuestra vida, la que raras veces habla porque ha sido vencida y sometida a la oscuridad. La otra, la men­te que usamos a diario para todo lo que hacemos, es el invasor. Resolver el conflicto entre las dos mentes es una cuestión de voluntad. Los mescaleros llaman a la voluntad cuando pronuncia la palabra Voluntad en voz fuerte y clara. La voluntad es una fuerza que existe en el universo. Cuando los mescaleros llaman a la voluntad, les llega y les prepara el camino para sus logros, lo cual quiere decir que los mescaleros siempre logran lo que se proponen".

"¿Quiere usted decir que los mescaleros siempre consiguen todo lo que quieren, aunque sea algo mezquino y arbitrario?"

"No, no es eso lo que quiero decir. Se puede llamar a la voluntad para cualquier cosa, pero los mescaleros han descubierto a las duras que la voluntad sólo viene para algo que es abstracto. Ésa es la válvula de se­guridad de los mescaleros; de otra manera, serían inso­portables. En tu caso, llamar a la voluntad para resolver el conflicto entre tus dos mentes, no es una cuestión ni mezquina ni arbitraria. Todo lo contrario; es un asunto etéreo y abstracto, y a la vez es tan vital para ti como te puedas imaginar".

Don Gaspar hizo una pausa; entonces volvió al tema del álbum.
"Mi propio álbum, siendo acto de guerra, exigió una selección de muchísimo cuidado. Es ahora una colección precisa de los momentos inolvidables de mi vida, y de todo lo que me condujo a ellos. He concentrado en él, todo lo que fue y lo que será significativo para mí. A mi parecer, el álbum de un mescalero es algo muy concreto, algo tan acertado que acaba con todo".

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