miércoles, 6 de junio de 2007

Moyote

Me sentía como león enjaulado. No hallaba la manera de distraerme en casa. Ni siquiera ir al cine me llamaba la atención, o alguna que otra lectura. Conectarse a la red, creo que sólo comenzaba a crear un problema emocional con una persona. Decidí salir de casa cerca de las 8 pm. Salí a vagar para despejar la mente. Me sentía tan preocupado que había olvidado lo que tenía que hacer un mescalero en tales circunstancias.

Mientras caminaba, escuché que alguien había pronunciado mi nombre. Viré y me percaté que era don Pascual. Caminaba con una sombrilla.

"No es bueno salir a la calle sin una sombrilla cuando el clima está de la patada".

Me quedé sorprendido. Había llegado a la conclusión de que don Pascual era una contraparte mía que se activaba cuando estaba en un dilema. Le dije que el cielo sólo estaba nublado, que no hacía calor como para que empezara a llover. "¿Ah, no?", don Pascual me señaló a un pobre perro que gemía, mientras intentaba acostarse en un lugar fresco para poder dormir.

"¿Lo ves ahora? Creo que aún no has aprendido a descifrar las señales." Dijo don Pascual y abrió la sombrilla. De repente empezaron a caer gruesas gotas de lluvia. "Conozco un buen lugar donde podremos conversar a gusto".

Le dije a don Pascual que ya estaba harto de tantas conversaciones. Que a todo mundo con el que platicaba, lo único que hacía era hacerlo sentir mal consigo mismo. Y que por otra parte, empezaba a entender que el era un invasor de mi entrenamiento, que nada más aparecía para confundirme en mi camino...

"No, muchacho. Estás muy equivocado. El que se quiere confundir eres tú. No lo entiendo... Acabas de pasar a un nivel, digamos, digno de tu personalidad y ahora estás en un estado de desesperación..."

Le reclamé que no estaba desesperado. Simplemente no lograba definir qué era lo que realmente estaba ocurriendo, y que a pesar de todo, seguiré pensando que don Pascual era nada más que una ilusión. Don Pascual empezó a carcajearse y me quitó la sombrilla. Sentí la lluvia caliente. Luego me volvió a cubrir.

"Dime... ¿Es real?"

Le pregunté entonces, que si realmente era real, había utilizado su voluntad para atraerme hasta aquí. Me respondió que no me subestimaba, que él jamás haría semejante cosa. Pero cambió de tema y me dijo que estaba decepcionado porque no gané en la confrontación. Le comenté a don Pascual que no quería regresar a tales escenas. Que ya las había superado. Además lo primordial era eliminar toda la historia. Aunque a decir verdad, esperaba un NO por parte de Lidia. Sin embargo, me quedé en suspenso, puesto que no me dijo nada.

Don Pascual rió hasta sacar las lágrimas, y me dijo que después de todo estaba perdiendo el tiempo.

"Entonces la búsqueda será aún más difícil, ¿no lo crees?"

"¿De qué habla, don Pascual?"

"De la Huizache, de quién más. ¿O ya te habías olvidado?"

Le dije que estaba consciente en que la búsqueda no se realizaría en este lugar. Que el destino de la búsqueda se presentaría en otro lugar, y yo tendría que ir por ella. A pesar de que realmente no sabía de quién se trataría. La voluntad de un mescalero está abierto a posibilidades portentosas. Don Pascual me miró con ojos burlones, y me dijo en voz baja que seguía igual de pendejo. Un pendejo con clase según él. No le dí importancia. Me dijo que me despertara. Que no era necesario ir hasta los cerros para poder olvidarme de todo.

No quise responderle, porque sabía que necesitaba ir a cualquier costo hasta Oaxaca. Recordé que al regresar, ya no estaría Loreto. Se había despedido la última vez en la sabinera. Y claro me había dado la instrucción de buscar una Huizache.

"Mira muchacho. Ya sé que tienes ganas de volar. ¿Por qué no defines a tu ser interior? Yo lo he visto cada vez que te subes al techo a mirar el horizonte. A ver ese ocaso que te causa tanta melancolía. Quieres volar, eso es lo que pasa. Cada ser como tú, tiene ese deseo. Tu ser interior siempre lo has conocido, incluso lo has nombrado desde el año pasado. Ya sabías de qué se trataba".

Pedí a don Pascual que fuera al grano. Me dijo que mi ser interior era un mosquito. Ese era mi forma animal. Y que claro, el nombre que siempre había pronunciado para él era el de Moyote.

"Ahora entiendes por qué te sientes con tantas ganas de volar. Pero descuida. Tus alas aún no han crecido lo suficiente. Y ni siquiera las has ejercitado".

Me quedé callado en silencio, y cerré los ojos. Suspiré profundamente. Analicé que no se trataba de una broma. Un mosquito...

Me disculpé con don Pascual, y salí corriendo entre las gotas de lluvia, hasta llegar a casa.

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