miércoles, 24 de septiembre de 2008

Amigos imaginarios

Eran las 21.30 horas cuando salí de la universidad por un taxi. Odio estar caminando en la universidad a esa hora. El profesor España salía del estacionamiento cuando me vio, y preguntó a dónde me dirigía, para darme un aventón; le mentí: le dije que alguien iba a pasar a buscarme. Mientras se alejaba el auto del profesor, me quedé un rato bajo una luminaria; desde ahí veía jugar a la gente en las canchas de futbol.

Al ver que un taxi se dirigía hacia el paradero, comencé a caminar. Iba a poder llegar si no hubiese escuchado la voz de Yolanda: "¿A dónde vas tan rápido?" Al virarme, me percaté que estaba muy distinta. “¿No saldrás corriendo esta vez o sí?” Me preguntó y a mi memoria vino aquel encuentro en el que con una extraña carcajada, la piel se me puso como de gallina y salí corriendo de aquel mismo lugar.

“No, esta vez tengo muchas preguntas, Yolanda. ¿Por qué demonios aparecen de la nada? He estado meditando últimamente y me he dado cuenta que estoy solo. Me la paso encerrado en casa leyendo libros que ni al caso con mi especialidad. Intento encontrar alguno de ustedes para que me lleven con algún mescalero y cómo hacerle. He llegado a la conclusión que estoy perdiendo la cabeza y que ustedes sólo son parte de mi imaginación.”

Todo lo que siempre he creído que sucedió, tanto mis aprendizajes como mis encuentros con los mescaleros, y con la gente cotidiana… sólo ha sido parte de mi imaginación, una especie de sueño. Esta idea me embarga demasiado y me desespera. No son más que amigos imaginarios hechos por mí, nada existe, quién soy, qué está ocurriendo… ¿Dónde estoy? ¿Acaso sigo durmiendo en la bóveda solar?

Yolanda sonrió y me preguntó si aquel lugar en donde estábamos iba a hacer nuestro punto de conversación. Le dije que mejor quería irme a casa. Yolanda me tomó del antebrazo y me arrastró al estacionamiento. Tenía vehículo y los dos subimos. “Vamos, yo te llevaré a tu casa. No creerás que un naualli miente a la gente, ¿o sí?

A partir de ese momento hacía reflexión sobre estos “amigos imaginarios”. Al escuchar tal concepto, Yolanda comenzó a reírse y por primera vez sentí su agresividad: "Eres realmente un estúpido, muchacho. ¿Amigos imaginarios? ¿Acaso te crees un mocoso de 6 años?" La risa de Yolanda me daba ciertas ganas de abrir la puerta y arrojarme del auto. "Espera, mocoso. Por si no te has dado cuenta, los nauallis usan ese poder para despistar a la gente. ¿Recuerdas la accesibilidad y la inaccesibilidad? No, no recuerdas nada… Quizá el desatino controlado te dé una explicación".

“No tengo ganas de recordar nada, Yolanda. Todo el mundo, todos los personajes de mi mundo han desaparecido; estoy solo, carajo. Nadie con quién recurrir… la única persona a la que recurro piensa que estoy mintiendo y siempre me está agradeciendo por… a mi parecer, por nada. No sé que me está pasando.”

Yolanda parecía dibujarse una sonrisa mientras escuchaba mi agitación. “Estás a un paso de convertirte en un desafiante, mocoso. Por eso estoy aquí, tienes que controlar tu ira… absorbiste el poder de tu naualli y encendiste tu fuego, sin embargo, ese poder te está consumiendo y quizá te extinga… en pocas palabras, te encuentras en un abismo a punto de convertirte en una sombra”.

“¿Cómo me puedo salvar?”
Con paciencia, mocoso, paciencia… y un viaje a las estrellas.”

La miré confundido. Sentí un extraño golpe en mi esencia, y cuando abrí los ojos ya no estábamos en la carretera, ni dentro del automóvil, estábamos en un plano oscuro en el que pasaban luces de colores de manera intermitente… Era el infinito.

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miércoles, 10 de septiembre de 2008

El Testigo

Mi mal humor había llegado al límite desgraciadamente por el clima del día: un día caluroso; el sol sofocante y el aire caliente, asfixiaba. Estaba empapado de sudor mientras me dirigía a casa. Para el colmo, ni un taxi me levantaba; tenía ganas de llegar a casa y ducharme para recobrar mi buen humor. Tras una sarta de maldiciones, me percaté de que ese ser quejumbroso, parecía resonar en mi interior, deseaba salir y desatar su coraje. Yo no soy así, pensé.

Al llegar a casa hice lo primero que ya había planeado. Al salir de ducharme, fui a vestirme y recordé que tenía que regresar a la universidad. Sin embargo, no tenía ganas de pisar aquel lugar. Me vi esperando en la avenida, haciendo la parada a un taxi; el cielo comenzaba a nublarse y supuse que esta vez la lluvia venía en serio. Caminé por el bachillerato, y para mi sorpresa escuché la voz de Norma gritarme: ¡Cuenta cuentos!

Al virarme a verla, la vi uniformada, estaba a punto de subirse en su vehículo. Sentí cierta envidia por tratarse de una jovencita de 15 años, y ya tenía con qué desplazarse. "¡Ven! ¿Hacia dónde te diriges? Si quieres te puedo llevar". Le agradecí. Realmente accedí, no porque necesitaba un aventón, sino porque quería platicar con ella acerca de esas dudas que tenía en la mente.

"Recuerdo la primera vez que te conocí". Me dijo mientras nos deteníamos en el primer semáforo de la avenida principal. "No entiendo cómo puedes tener dudas, cuando tú mismo hacías recapitulación con Pablo acerca de la Claridad. Se supone que tienes la capacidad de aclarar tus propias dudas. Si te lo dije, era porque tuve una extraña sensación en decírtelo. ¿No te ha ocurrido alguna vez? Dices las cosas sin pensarlo, y cuando lo meditas, te percatas que abriste la boca más de la cuenta, y entonces comienzas a reprimirte, y te dices: si no sabes, para qué hablas". Me daban risa los comentarios de Norma, pero al callarme le confesé que me portaba muy de mal humor, agresivo, chocante… "¿Más negativo de lo normal, eh?"

"¿Por qué actuaré de esta manera, Norma?"
"Quizá es el poder de tu naualli. Yo estuve ahí, y no fue un sueño, Cuenta cuentos. Fue real".
"¿Mi poder de naualli, dices?"

"Para entrar al mundo donde se encuentran los nauallis, tuviste que utilizar tu poder personal. Te encaminaste a tu encuentro sabiendo que te podían suceder dos cosas: jamás regresarías, o si regresabas, es para cumplir con una tarea que tu nueva fuerza te designó. Has obtenido tu totalidad, pero como los dos sabemos, al dominar esa totalidad, has perdido todo; por eso necesitas cumplir tu tarea, sin importar el triunfo o la derrota, para obtener el dominio de tu totalidad".

"¿Qué debo hacer?" Le pregunté a Norma, y ella hizo una mueca, tanto por mi pregunta como por la impertinencia de un taxi.

"Una vez tuve la oportunidad de conversar con don Celestino. Es más, él me dio la tarea de ser tu testigo, y me contó una historia en la que me daba a entender cómo debe vivir un mescalero en espera del cumplimiento de su tarea… para esa espera y para tu tarea, lo único que tienes es tu Humildad, tu Impecabilidad y tu Sobriedad".

Entonces, comencé a recordar pequeñas frases de don Gaspar. Estaba sentado en el centro mientras los cuatro nauallis me franqueaban. Ahí don Gaspar me dijo: "…En esta tarea el mescalero no puede evitar el dolor porque es un ser humano, pero lo que sí puede evitar es entregarse a él. En esta tarea está solo, esa es nuestra condición verdadera…"

"Lo ves… Sí lo sabes, sólo te haces el idiota".

Un mescalero que entra en lo desconocido mantiene un sentimiento de humildad, impecabilidad y eficiencia que le fortalece y prepara su espíritu.

"Pero entonces…"

"Pero nada, Cuenta cuentos. Estás solo, y lo sabes. No hay nadie ya en tu camino. No busques a tus amigos porque jamás los encontrarás, incluso a nosotros. Nosotros no somos tus amigos, un nagual no tiene amigos…"

"Por eso nuestro aprendizaje es individual… para no mantener lazos fraternales…"

"Dramático… sólo quiero que sepas que tienes un poder, aprovéchalo…. Por el momento, aprende a dominar tu enojo…"

"Pero… ¿Por qué sabes todo esto y yo no?"

"Todo con calma y paciencia… se aclarará, ya verás".

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viernes, 5 de septiembre de 2008

"Retorno" (como un upanishad)

Más allá de los sentidos está la mente, y más allá de la mente está la razón, su esencia.

Desperté y vi el cielo estrellado. Quizá me había quedado dormido en el techo de la casa. Al bajar a la cocina por un vaso de agua helada, el teléfono sonó. Contesté, y me sorprendió escuchar del otro lado la voz de Norma. No recordaba o que yo sepa, jamás le había dado mi número telefónico. Por su risa burlona, sentí empatía por todas aquellas personas a las que había asustado de semejante manera: de llamarles o buscarles sin que les dijera cómo había dado con ellos. Irónicamente me preguntó que cómo me había ido. Fue como una especie de golpe, porque de repente las imágenes me vinieron como un corto de película. Recordé haber estado en un sueño extraño. Quizá fue un sueño suspendido. Y ahí había estado Norma. Ella misma me aclaró que lo que había sucedido fue el llamado. Que ahora quedaba recapitular tras mi descanso en la eternidad. Me indicó por último que quedaban dudas por aclarar.

Más allá está el espíritu del hombre, y en el más allá este es el espíritu del universo, el que lo envuelve todo.

Pasaron los días y no me topé con ningún mescalero, ni siquiera sabía cómo dar con Norma para que me explicara. Ni mis técnicas para dar con la gente surtían efecto. Últimamente me he sentido insoportable con la gente, he estado de mal humor la mayoría de las tardes. Mi sueño no lo he podido conciliar. Para matar el tiempo sigo leyendo. Pienso que tal vez mis compañeros están esperando que algo se asiente en mí. Sólo sé que no me siento bien como antes. Algo sucede en mi interior, como si un fuego ardiera y me inquietara muy en el fondo de mi corazón, de mi alma misma. Por otro lado, ese mal humor que he descubierto, está sobrepasándose y lastimando a cada ser que se atraviesa en mi camino. Buscaré la forma de evitar eso.

Cuando los cinco sentidos y la mente están tranquilos, y la razón misma descansa en el silencio, entonces comienza el sendero supremo.

Recientemente me encontré con Juanito Mescalero, estaba triste por alguna razón. Sin embargo, a pesar de su estado de ánimo, me dijo que notaba algo diferente en mí. Brío o quizá fiereza. Según él, notaba un brillo en mis ojos, como si quisiera destruir todo lo que yo quisiera: Odio. Le comenté acerca de mi sueño, y de la repentina llamada de Norma. Él me preguntó extrañado acerca de aquella chica. Le aclaré que era una mescalera, quizá discípula de Pablo. “Ninguno de nosotros está calificado para ser maestros, mi buen”. Quise preguntarle el por qué decía eso, pero recordé que su maestro (don Goyo) aún estaba entre nosotros. Se me ocurrió ir a visitar a don Goyo, él puede ayudarme, pero Juanito Mescalero me dijo que su maestro se había ido de viaje. Todos estábamos solos.

En él están tejidos el cielo y la tierra y todas las regiones del aire, y en él descansa la mente y todos los poderes de la vida. Conócelo como el Naualli y haz a un lado todas las demás palabras. Él es el puente de la inmortalidad.

Nuevamente caí en el desasosiego. Puse música para intentar canalizar mis pensamientos. Me descubrí ascendiendo a unos planos misteriosos a los que llamé cielos. Me vi contra un extraño jaguar de fuego, y a partir de ahí cayó la oscuridad. El silencio imperó durante mi descanso. El frío se apoderó de mí, y sentí que viajaba por la eternidad. Hasta que me revelaron que los desafíos aún seguían pendientes en mi mundo. Aparecí de pie ante un puente: el regreso.

Y cuando él es visto en su esencia y trascendencia, entonces los nudos que tienen atado el corazón son desanudados, las dudas de la mente son desvanecidas, y la ley del universo ya no funciona más.

Me miré en el espejo, no había nada distinto en mí, los años no habían ocurrido, a pesar de que estuve ausente. Cerré los ojos y al abrirlos ya no estaba yo reflejado en el espejo, un brillo color rojo me envolvía como si yo fuese de fuego vivo. Al mirar a mi alrededor, todo era oscuridad. Caminé con esa visión y veía todo oscuro, salvo mi gato que se atravesó en mi camino, despedía totalmente un color amarillo. Las plantas un color azul. Salí a la calle y vi el cielo, era púrpura. El sol era una bola blanca incandescente. La energía circulaba.

De la desilusión guíame a la verdad.
De la oscuridad guíame a la luz.
De la muerte guíame a la inmortalidad.

Entonces un pensamiento comenzó a recitar extraños versos. Frente a mí Juanito Mescalero recitaba en voz alta… “Más allá de los sentidos está la mente…”

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